lunes, 6 de noviembre de 2017

(el viejo del mar)

Ahora que no llevo ropa,
mira el volcán.
Tengo un fuego en el estómago porque tragué
tu veneno, arrodillado en Atocha.
Sin calles/ ni trenes/ninguna parte/ni ojos/ni boca/ni islas/ni lava.
Solamente tu puta despedida.

Bajó una mosca y me prestó sus alas,
reducido a lo que tú querías que fuera.
Soplé y murió, tu veneno, mi olor a cadáver.

Ahora te imaginas mirando al cielo,
para llorar como la monja al ateo,
pero en las estaciones hay quien resucita.

No miré al cristal, lo clavé en mi puño.
Me llevé las aceras en las rodillas,
le arranqué las alas a un ángel caído
y el músico de la 1 me prestó su: no tengo nada que perder, que me pierdan.

Ahora que me desvisto,
mira el mar.
Tengo dentro dos océanos, si abro la boca te vas ahogar.
y yo ya no tendré ni pasado,
ni futuro.

Se me ha olvidado tachar días en el calendario,
pero puedo respirar.
Se han descolgado de mis pies todas las ramas, como un árbol besando al incendio
el día de su boda.

Ahora me imagino andando
por la playa,
escribiendo a quien se enamoró.
Que ya no soy yo.
Prohibido el mar/que me recuerda a ti/prohibida ya la rabia/y las listas para superarte:
no soy la orilla, aquí no llega nadie.

Un día Ojalá será solo un viejo
que vivía en el mar.
No te esperaba.
No te quería.
Me seguía doliendo.
No me quería.
Un día el viejo del mar será otro
Y yo
El
Mar.


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